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El congelador es junto al frigorífico uno de los electrodoméstico que está funcionando las 24 horas del día, su principal función es mantener la temperatura a la que estarán los alimentos que depositemos por debajo de los 0 grados centígrados para evitar su descomposición y pérdida de calidad.
El rango de temperatura óptimo para la conservación de los alimentos en un congelador doméstico deberá oscilar entre los -18º.
Los congeladores se suelen dividir entre verticales y horizontales.
Normalmente en los hogares se tiende a tener un congelador vertical, tanto por su integración como por su facilidad de colocar en espacios más reducidos. Los congeladores tipo arcón u horizontales están destinados a casa más amplias, negocios de restauración o centros de ocio.
Tanto uno como otro son aparatos electrodomésticos con una gran eficiencia energética, destacando más en este aspecto los horizontales ya que no se suelen abrir con tanta frecuencia. Para garantizar esta eficiencia es indispensable que el cierre funcione correctamente porque si no tendríamos fugas constantes que incidirían en un peor rendimiento energético y por lo tanto una peor conservación de los alimentos.
Los nuevos modelos de congelador incorporan funciones que nos ayudan enormemente, por ejemplo, el sistema nofrost que impide la formación de placas de hielo que ocasionarían tener que descongelar el congelador para proceder a su limpieza y nueva puesta en marcha. La función ECO, que incorporan la gran mayoría, hace que el electrodoméstico se ajuste a los alimentos para garantizar su conservación con el mínimo gasto energético.
A la hora de decidirnos por la compra de un congelador, ya sea horizontal o vertical, tenemos que tener en cuenta la etiqueta de eficiencia energética, representada por letras. El código consta de las letras entre la A y la G, siendo la G la calificación de consumo menos eficiente, y la A la más eficiente, y esta categoría se divide a su vez en otras cuatro: A, A+, A++ y A+++, siendo A+++ la más eficiente de todas. La diferencia en consumo energético entre un aparato de la clase G y otro de la clase A+++ puede ser de hasta el 80%, por lo que a la larga nos sale mucho más rentable la adquisición de un aparato con mejor eficiencia energética a pesar del incremento económico.